viernes, 19 de noviembre de 2010

Redacciones curiosas


Redacción: "Un invento muy práctico para mí".

Un día, un gran científico,que se llamaba Mark Hansen,se puso a trabajar para mí.
Era mi amigo desde hace muchos años, y yo presumía de ello habitualmente.
Él conocía las dificultades que yo tenía para escribir.
Pretendía inventar un bolígrafo maravilloso. Hecho a mi medida y que respondiera a
mis necesidades.
¡Sería una revolución!. Un invento práctico que si se consigue construir no muy caro,
lo compraría todo el mundo.
La idea era que el bolígrafo se moviera sólo por el papel orientándose correctamente
y escribiendo únicamente lo que yo digera en ese momento.
Siempre había creido en sus capacidades pero esta vez no. Es verdad que había
inventado cientos de artilugios más complicados. Pero por eso mismo, este era simple
y nada sofisticado.
¡Lo lograré! -decía él. Pero yo nunca veía el final y los resultados.
Un día, me llamó a las seis de la mañana gritando: ¡vive! ¡vive!. A mí me parecía que empezaba a perder la lógica.
Pero cuando fui a visitarlo, ahí estaba. Le proporcionó un corazón y cerebro cibernético.
Desde luego no iba a ser nada barato...
Pero pronto se me olvidó todo problema. MArk no paraba de hablar y exlicarme que aprendería
a escribir sólo.
Yo lo miraba con incredulidad. Me parecía un bolígrafo normal salvo por ese diseño ridiculo
de colores fosforitos que me recordaba más que un utensilio de escritura a un coche de carreras.
Mark dejó de discutir conmigo y le dio al botón de un pequeño mando.
Entonces, el bolígrafo se levantó como si tuviera vida y esperara instrucciones.
MArk conectó el mando al ordenador e introdujo un cd. El cd contenía un curso sobre varios
idiomas. Me pasó el mando y me dijo: ´haz el honor`.
¡Era un privilegio¡ Le dije una frase y le dí al botón de japonés. Pronto el bolígrafo empezó
a bailar de arriba hacia abajo en el folio.
¡En la Edad Media nos hubieran quemado por brujería! A pesar de todos los adelantos
actuales me seguía pareciendo mágia. Y sin embargo ¡era cierto!
Me enseñó otro artilugio. Con un casco, era aún mejor. Lo que pensaras lo escribía. Y lo
mejor era ¡la rapidez!
Me lo llevé a clase y podía cerrar los ojos para escribir. ¡Así si que me gustaban los estudios!
Pronto empecé a mejorar en todo, porque podía escribir cualquier comentario de clase.
No se me escapaba ni una palabra.
Pero no se debía enterar nadie. No había más ejemplares de momento y era un invento caro.
Así que podía ser un peligro ir diciéndolo por ahi, además de que mis compañeros estarían en
desventaja y me tomarían odio.
Por suerte, Mark estaba manos a la obra en la producción en cadena del nuevo invento. Mientras,
yo sería el único privilegiado que lo usaba. Nunca más volvería a dudar de él.